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Las trampas de las manchas solares: cómo prevenirlas.

Las trampas de las manchas solares: cómo prevenirlas.

Una paradoja del verano: perseguimos el bronceado perfecto y, en cambio, nos llenamos de manchas solares. He aquí los consejos para evitarlo.

Las manchas solares son hiperpigmentaciones de la epidermis, es decir, de la parte superficial de la piel, causadas principalmente por una exposición prolongada y no protegida al sol. Aunque no son peligrosas para la salud (no pueden degenerar en formas malignas) son imperfecciones muy desagradables porque comprometen la armonía del rostro y son difíciles de eliminar. Representan una verdadera paradoja del verano: perseguimos el sueño del bronceado perfecto para no tener que maquillarnos y terminamos teniendo que escondernos bajo pesadas capas de maquillaje.

Las manchas solares son el resultado de una síntesis errónea y de una acumulación en la producción de melanina: la melanina no consigue distribuirse de manera homogénea en todas las zonas del cuerpo y se concentra en algunas áreas, formando estas discromías a menudo muy acentuadas. Si bien en este grupo se incluyen varias hiperpigmentaciones que afectan al rostro, las manchas solares se dividen esencialmente en dos grupos: el melasma y los lentigos solares.

El melasma

El melasma afecta en mayor medida a las mujeres con tez oscura entre los 25 y los 40 años. Se manifiesta con manchitas marrones o grises en las partes más expuestas del rostro (frente, labio superior, nariz) que, en verano, debido a una mayor exposición al sol, se acentúan y, a menudo, convergen. La sobreproducción de melanina se produce mediante una estimulación hormonal excesiva: a menudo la causa es un uso prolongado de la píldora anticonceptiva. Es una reacción que también puede afectar a las mujeres durante el embarazo, a partir del cuarto o quinto mes. En este caso se habla de cloasma. Se desencadena por factores hormonales, pero es la exposición a los rayos del sol lo que lo hace visible.

Los lentigos solares

Son manchas grandes e irregulares que aparecen en el rostro, en los hombros y en la espalda a partir de los 50 – 60 años de edad. A diferencia de las pecas, que aparecen en verano en los rostros de los más jóvenes y después desaparecen, el lentigo permanece incluso después del final del verano y, para eliminarlo, se requieren tratamientos largos y costosos. Además, a diferencia de las pecas, son signos inconfundibles del paso del tiempo y, a menudo, no es fácil distinguirlos de las manchas seniles que aparecen como resultado del envejecimiento.

La mejor manera para evitar las manchas solares es protegerse del sol.

Una buena prevención contra los daños solares permite ahorrar tiempo, dinero y estrés emocional. He aquí, en orden de prioridad, las precauciones más urgentes que hay que tomar.

1. Exponerse al sol únicamente antes de las 12:00 y después de las 16:00.

El sol tiene una doble personalidad: es al mismo tiempo generoso y despiadado. Es importante aprender a aprovechar su acción beneficiosa y a protegerse de sus amenazas. Sabemos que las radiaciones solares son un factor de riesgo importante para la aparición de melanomas. Y que las radiaciones UVA, puesto que penetran profundamente en la piel, causan el envejecimiento: hacen aflorar las arrugas, eliminan la elasticidad de la piel y hacen que aparezcan las manchas solares. Por eso no tenemos excusa: para evitar el envejecimiento solar debemos limitar nuestra exposición diaria al sol a dos horas, teniendo cuidado de evitar el bloque central que va de las 12:00 a las 16:00.

Entendámonos: nuestro organismo no puede vivir sin el sol. Lo necesita para producir las endorfinas, que son indispensables para nuestra salud emocional; para resolver muchas dermatosis, como la psoriasis, la dermatitis seborreica y el acné; y, sobre todo, para producir el 90% de la vitamina D que necesitamos cada vez más, precisamente porque vivimos y trabajamos en espacios cerrados. Esta vitamina atípica (en realidad es una hormona esteroidea) regula el metabolismo del calcio y del fósforo y, cuando no se toma en cantidades suficientes, puede determinar la aparición de deficiencias y enfermedades: fragilidad ósea, diabetes tipo 1, enfermedades autoinmunes, incluso tumores.

Recordemos, por lo tanto, garantizar a nuestro cuerpo la cuota de sol diario necesaria, poniendo atención en no superar las dos horas de exposición directa y acordándonos de usar todas las protecciones necesarias.

2. Protegernos del sol utilizando ropa y sombreros.

Protegerse de las radiaciones solares usando ropa protectora sigue siendo la primera línea de defensa para la piel. No es casualidad que se esté extendiendo la moda del «solar wear» y la ropa esté empezando a informar de índices como el UPF y el CPR, que indican el factor de protección solar.

Un consejo práctico y sencillo: cuando nos pongamos al sol, tratemos de llevar puesta una camiseta de algodón, mejor si es azul o negra. Se calentará antes que una camiseta blanca, pero como absorbe las radiaciones de manera más efectiva, evitará que se propaguen hacia la piel. También puede ser útil llevar puesta la camiseta cuando entremos en el agua, tal vez junto con el sombrero. No es una estrategia para desestigmatizar el burkini, sino una precaución saludable: el agua refleja las radiaciones y aumenta su intensidad. Lástima, sin embargo, que la UPF de una camiseta mojada se reduce a la mitad.

En cuanto a la protección para la cabeza, es mejor optar por un sombrero de ala ancha que por la habitual gorra con visera que deja las orejas y el cuello al descubierto. Muy importantes son también las gafas de sol, especialmente las envolventes. Y si ir al mar vestidos no nos convence, siempre podemos recurrir al protector solar más antiguo del mundo: la sombra de una sombrilla o de un toldo.

3. Elegir un FPS adecuado para la propia piel.

El factor de protección solar de una crema o de un spray nos indica la capacidad de ese producto para bloquear la acción del sol. El FPS correcto debe calcularse en función del propio fototipo. Quien tiene un fototipo caucásico (tez blanca y pelo con tendencia al rojo) podría necesitar una protección muy alta (FPS= 50+), quien, sin embargo, tenga la tez oscura o negra, puede utilizar el factor de protección más bajo (FPS= 6).

Desafortunadamente, el cálculo de la protección correcta no puede ser matemático, porque el FPS indica la protección contra los rayos UVB, y no hay ningún índice que indique el grado de protección de los rayos UVA, que, como hemos visto, son los responsables de la aparición de las manchas solares. Hoy en día, sin embargo, casi todos los productos son de amplio espectro y, por lo tanto, protegen contra todas las radiaciones solares. Para no equivocarse es aconsejable seguir una regla de sentido común: Los primeros días de mar utilizaremos solares con FPS muy altos, después, cuando el bronceado se haya desarrollado, reduciremos progresivamente el factor de protección hasta quedarnos en el nivel indicado para nuestro fototipo.

Recordemos aplicar los solares al menos 30 minutos antes de exponernos al sol y después, al menos, cada dos horas. Y, por supuesto, cada vez que salimos del agua.

4. Preparar la piel para el bronceado con los suplementos y la alimentación.

Para preparar la piel para que responda de manera óptima a las radiaciones solares podemos también tomar suplementos alimenticios. En particular para prevenir la aparición de manchas solares podremos elegir aquellos con base de flavonoides como el resveratrol, la luteína y el licopeno, ya que todos desarrollan una acción antioxidante y antiedad.
Para optimizar el efecto beneficioso de los rayos solares podemos utilizar suplementos a base de tirosina y b-carotenoides, que ayudan a activar la melanina y a potenciar los mecanismos naturales de protección de la piel. Todos estos suplementos se encuentran disponibles en forma de cápsulas o pastillas y sería útil tomarlos al menos dos semanas antes de irnos de vacaciones.

La nutrición también es útil para preparar la piel para el bronceado. Especialmente las verduras verdes, amarillas, rojas y naranjas (zanahorias, espinacas, lechuga, achicoria, rábano, pimientos, tomates, fresas, cerezas y albaricoques), las nueces, las almendras y las avellanas. Y no olvidemos beber siempre mucha agua: la regla de las reglas para mantener la piel sana y bien hidratada.

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